La felicidad es una emoción o estado mental necesario para el bienestar del ser humano. Por esa razón la ONU instauró el Día Internacional de la Felicidad, en los años 1970s, para reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos.
Ahora, ¿qué es la felicidad? La cantidad de respuestas a esa pregunta es infinita. Depende del contexto cultural, social, histórico, y de la experiencia de cada individuo.
La felicidad es un concepto complejo, muy general y difuso, pero si se divide en diferentes componentes, podría llegar a tener una explicación un poco más clara en términos neurobiológicos.
Esos componentes más abordables serían la felicidad como bienestar, la felicidad entendida como placer, o como motivación. Desde el punto de vista neurobiológico se puede identificar qué neurotransmisores se asocian a ciertos tipos de conductas.
Algunos ejemplos de neurotransmisores u hormonas ligadas al estado de bienestar.
- Oxitocina, hormona relacionada con los vínculos de apego y confianza entre las personas.
- Vasopresina, con los mecanismos de empatía.
- Dopamina, vinculada con los sistemas de recompensa y placer.
- Las endorfinas, efecto analgésico semejante a la morfina, solo que natural y sin efectos secundarios.
- Gaba, neurotransmisor relacionado con efectos de estimulación del sistema nervioso central, fundamento terapéutico del tratamiento farmacológico de la ansiedad.
- Serotonina, emparentada con la depresión, tiene efecto regulador en las redes del cerebro. Asociada a estados emocionales de satisfacción, optimismo.
Estas hormonas y neurotransmisores forman parte de la formula química de la felicidad, todo depende de las proporciones relativas entre ellos y los tiempos en los cuales predominan.
Los neurotransmisores son sustancias que le permiten a las neuronas comunicarse entre sí, es decir, permiten la transmisión de mensajes en ciertos circuito o zonas del cerebro.
La dopamina es una de esas sustancias, asociada a sentirse eufórico, motivado, energético. Si se la bloquea, genera apatía. Lo mismo sucede con la serotonina, el neurotransmisor que más se asocia con la felicidad.
Si uno tiene niveles altos de serotonina, va a sentir un estado de bienestar. Si te falta, la hipótesis es que genera un estado de depresión, por esa razón la psiquiatría suele recetar medicamentos que aumenten el nivel de serotonina.
Otro neurotransmisor asociado a la felicidad es la oxitocina, más relacionado a la interacción social. En esos casos genera sensaciones que facilitan el contacto social, la actividad gregaria.
¿Dónde se esconde la felicidad?
Para los neurocientíficos un concepto tan amplio y difuso como la felicidad resulta elusivo a la hora de querer conectarlo a una u otra área del cerebro. Así y todo, tienen una idea de cuáles son los sectores más relacionados a los fenómenos placenteros, y a los caminos de neurotransmisores asociados a la felicidad, se trata de los núcleos de rafe y el núcleo accumbens.
El primero está relacionado con la termoregulación y una de sus funciones principales es la de liberar serotonina, el de Nucleo accumbens está muy relacionado con la motivación, y con la dopamina. Esas regiones también pueden ser estimuladas de forma artificial, ya sea mediante tratamientos psiquiátricos, como con drogas recreativas.
Cuando alguien consume la droga conocida como éxtasis, aumenta muchísimo la cantidad de serotonina disponible en el cerebro. Algo similar a lo que hacen los antidepresivos, pero en el caso de estos últimos, es gradual el aumento de la serotonina, más natural.
El éxtasis inunda el cerebro en un período de horas, lo que genera una sensación de bienestar, que no dura en el tiempo. El problema con las drogas es que no son estímulos naturales. El ser humano está adaptado a tener cierto tipo de respuestas a determinados estímulos que podemos encontrar en la naturaleza.
Nadar, o correr, generan una liberación de dopamina en el cerebro mucho mayor a lo normal. Pero es un aumento para el cual nuestro organismo está preparado, para el cual se ha adaptado a lo largo de miles de años de evolución.
Con las drogas sintéticas ocurre todo lo contrario. Sin un esfuerzo que le avise al cerebro, en tan sólo unas pocas horas se genera una felicidad sintética intensa, que va en contra de cómo se presenta de forma natural en el organismo.
Existe un límite para la serotonina que se puede generar y metabolizar por el cerebro. Esa baja disponibilidad de serotonina lleva a que puedan ocurrir episodios de depresión y ansiedad, luego de consumir drogas.
A la vez, esa felicidad sintética que se consigue con las drogas, comenta el experto, va perdiendo efecto. Tras los primeros usos, sigue aportando cierto placer a los consumidores, pero ya se desacopla del estado de felicidad.
La neurobiología está lejos de tener ubicada la fórmula para la felicidad, pero existen muchos avances en cómo evitar su contraparte, la depresión. Loa cientificos están en constante busqueda de nuevos farmacos o tecnicas para tratar los trastornos depresivos.
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